Publiqué esta entrada en mi blog hace 7 años. La traigo de nuevo transcurrido todo este tiempo a modo de reflexión. ¿Estaba entonces muy equivocada con mi vaticinio? ¿Cómo han evolucionado las interacciones de los guías oficiales con las plataformas marketplace que ofrecen sus servicios en el mercado de internet? ¿qué ha pasado con la regulación y la desregulación?… Creo que es un tema plenamente actual y nos encantaría leer vuestras opiniones.

Os dejo enlace al blog (interesantes sobre todo los comentarios), pero igualmente copio aquí su contenido:

Caricatura de un guía
Caricatura de un guía

Dicen que, en un museo paleontológico, un visitante le preguntó al guía: – ¿cuántos años tiene este Tiranosaurio? a lo que el guía, un hombre ya de pelo cano, respondió: – 65.000.030 años – ¿65.000.030? ¿se puede precisar tánto? – sin duda!, cuando yo empecé a trabajar aquí este bicho tenía 65.000.000 y llevo 30 años en la casa… No es el mejor chiste que sé pero me sirve para introducir el tema del jardín en el que me estoy metiendo.

La polémica

Hace unas semanas el twitt de un amigo que reenvié sobre una iniciativa que pretendía poner en contacto expertos locales para ejercer de guía con visitantes obtuvo respuesta; otro amigo respondía objetando riesgos, falta de profesionalidad y competencia desleal hacia los guías oficiales. Empezó así una cadena de twitts que me dejó con ganas de ampliar el debate y llevo pensando desde entonces cómo posicionarme en él. De entrada estuve luchando con el estereotipo de guía que muchos tenemos interiorizado. Esa persona que se mueve por los alrededores de los cascos históricos como una gallina clueca rodeada de pollitos, a veces concentra su atención con una paleta, a veces con un altavoz colgado en bandolera. El guión de la caricatura continua con las agrias discusiones que se han visto junto a grandes monumentos entre guías oficiales y “piratas”, amenazas de denuncia y multas incluidas… para contrarrestar esta imagen tan maniquea e injusta que copa mi imaginación asociada al concepto “guía”, busqué en mi memoria otras y encontré el recuerdo del guía que nos explicó la Alhambra a mi Padre a mí. Solo tenía ocho años y en la década de los ochenta la Alhambra era un monumento no masificado, no había colas y los visitantes éramos tan pocos que no dejábamos “huella”, ni se había desarrollado el concepto “capacidad de carga”. Aquel señor guía parecía el propio Irving… con ocho años no sabía quien era Irving, pero aquel hombre mayor, alto, delgado, vestido de blanco, sombrero de paja fina y con un bastón con la empuñadura de plata, tal cual un dandi, como debió ser Irving, fue para nosotros el descubridor de una de las mayores joyas patrimoniales que yo, y cualquiera, ha visitado nunca. Sabíamos que La Alhambra era muy importante pero el guía interpretó su importancia para nosotros, nos mostró los detalles, los secretos y las anécdotas, hasta asustó a un par de inglesas para que se agarraran en un acto reflejo a los chorros de los surtidores de la acequia del Generalife y arrancarme una sonrisa -seguro que era un recurso habitual-, era el guía perfecto, no tenía prisa, sabía y disfrutaba con lo que hacía… no recuerdo si era un guía oficial, en todo caso digamos que lo pongo como ejemplo de lo que debería ser un guía y quiero pensar que los oficiales suelen ser o aspiran a ser así. 

¿Monopolio?

Para quien no lo sepa, explicar que en la mayoría de los centros históricos, edificios, museos y lugares de importancia patrimonial se reserva la actividad de guía a un grupo reducido de profesionales con licencia oficial obtenida tras una selección. Normalmente solo licenciados o diplomados en turismo tienen acceso a examinarse y a obtener una licencia de guía, esto les da la exclusividad de la actividad y ejercer de guía en los lugares reservados sin ser guía oficial es ilegal. Añado también, porque es importante, que normalmente las licencias son limitadas, como en los taxis, con lo que quien tiene una defiende su “privilegio” frente a injerencias profesionales garantizando la calidad del servicio, el buen nombre del colectivo y del recurso que se explota a nivel turístico, pero también para evitar una competencia excesiva que cuestione sus tarifas y la viabilidad económica de su modus vivendi… bien, legítimo, no?…en principio sí, me respondo a mi misma, las dudas me asaltan cuando me falla eso de “la calidad” ¿quién determina qué es la calidad en el discurso interpretativo? ¿porqué un centro histórico, un monumento, se tiene que explicar siempre de una manera “oficial”?… en este punto es cuando el modelo de explotación turística tradicional, el que hubo que regular a partir de los años 60 para evitar el abuso del turista primero y del recurso turístico después, falla…y ahora es cuando me posiciono, eso ya no funciona…ala! ya está! lo he dicho!…

La Revolución TIC

En un mundo que se comunica, se informa, se divierte y se orienta a la velocidad del 2.0, del 3.0, los retos son otros muy distintos. La calidad ya no solo la miden las encuestas de satisfacción o las propinas, también se mide por “likes”, estrellitas, instaphotos… En un mundo donde el proceso del viaje comienza navegando en internet, donde los turistas han tenido la oportunidad de chatear con habitantes locales aunque de por medio haya 5000 km de distancia y de contactar con el friki de turno -dicho con cariño- que le explique los garitos de cualquier ciudad según las últimas tendencias indies, o el casco urbano de cualquier sitio según la perspectiva masónica, o un estudiante punk de bellas artes que tiene una visión muy interesante del Museo del Prado, tánto, que alguien esté dispuesta a pagar por ella, por ejemplo. Porqué tiene que ir este “frikiguía”, este guía pirata, con sus guiados escondiéndose de los guías oficiales por miedo a una multa? eso es tapar el Sol con un dedo. La realidad turística del S.XXI -la primera regulación del sector fue durante el reinado de Alfonso XIII-  ya no cabe en los parámetros del XX y empecinarse es intentar frenar una avalancha, lo mismo que pasa con la SGAE y los derechos de autor.

Vigencia de la profesión de guía oficial

De la idea anterior se puede derivar el cuestionamiento de la vigencia de la profesión de guía oficial, y no, no creo que los guías oficiales no hagan un buen trabajo, ni que no sean necesarios, lo que pienso es que no solo lo guías oficiales pueden interpretar el patrimonio. Obviamente si uno va al Museo del Prado y no busca interpretaciones particulares, si lo que uno espera es la interpretación académica, la experta, la maestra…nada mejor que un guía titulado con todas las garantías, de la misma manera que si uno va a escuchar la interpretación de una gran orquesta supone que los músicos vienen de un conservatorio y han pasado por muchos filtros antes de ponerse ante un público, pero no solo es  bonita, interesante o digna de cobro la música de músicos titulados ¿Qué tal si solo los que han superado ocho años de conservatorio tuvieran derecho a cobrar por su música?… Dicho esto, hay un punto clave que el amigo que apuntaba al inicio me hizo ver en nuestro debate de twitter y es que la informalidad puede llevar aparejada una competencia muy desleal a una profesión que tampoco lo tiene tan fácil, y tenía razón: si prospera este modelo de “particulares que se ofrecen desde páginas web para sacarse unas pelillas de vez en cuando haciendo de guía o acompañante” y lo hacen sin contárselo a la Agencia Tributaria, acabaremos con una profesión necesaria y es que cualquier actividad, sea cual sea, lleva unos impuestos aparejados que o los asumimos todos o alguien se está aprovechando del resto.

¿Cómo lo ves tu?”