¿Cómo usamos los conceptos?

Hace casi 4 décadas que, en mi juventud como ecologista, conocí a Afonso, un anciano ingeniero químico que conducía un Austin 1300 adaptado porque la vida ya le había limitado algunos de los movimientos de sus brazos y manos. Un día, en una de las muchas conversaciones que tuvimos sobre temas y problemas ambientales de nuestro planeta, me alertó sobre el peligro del concepto de la contaminación compartiendo conmigo su visión única.

Todos sabemos que el concepto de contaminación refleja algo negativo para nuestras vidas, que se aplica a varias causas y también que refleja diferentes daños que se pueden causar al medio ambiente. Aplicamos la palabra contaminación sin ser conscientes de la enorme amplitud que cubre. Un papel que dejamos caer al suelo no puede compararse con la contaminación del suelo por metales pesados o la presencia generalizada de disruptores endocrinos en los cursos de agua de los que bebemos. Pero para todos estos problemas, desde las formas más inocuas hasta las contaminaciones que tardan siglos en desaparecer, usamos el mismo nombre: contaminación.

Hacemos un uso casi perverso de un concepto fundamental para la humanidad en el que lo colocamos para enmascararse a sí mismo, haciendo difícil entender lo que significa y todo esto no nos ayuda a distinguir los diferentes grados de gravedad que pueden estar en juego. Así, tenemos el concepto en sí causando a los ciudadanos una baja sensibilidad sobre su significado y por lo tanto aumentando la dificultad de encontrar diferentes soluciones a diferentes problemas etiquetados con la misma palabra.

Esta reflexión sobre el concepto de contaminación puede ayudarnos a entender y trabajar con otros conceptos.

Jugamos al escondite con algunos conceptos

En general dedicamos poco tiempo a tratar de comprender los conceptos que influyen en nuestra vida e incluso con los que trabajamos y, por lo tanto, a menudo no los comprendemos con la profundidad necesaria para darles un uso adecuado cosa que influye en nuestras acciones.

Encontramos que a menudo la sociedad huye de los conceptos, encuentra con gran facilidad maneras de disfrazar, sortear y manipular nociones que todos debemos tener claras para saber cómo diferenciar los distintos niveles de resultados de un determinado proceso.

En el sector del turismo asistimos continuamente a la aparición de nuevos conceptos impulsados por el deseo de innovación y con la promesa de soluciones más eficaces. En la práctica, esta avalancha de conceptos logra poco ante el objetivo de resolver problemas que no se lograron con otros conceptos más antiguos, ya que así se lanza más confusión y el mar de conceptos “superficiales” dificulta aún más la acción futura.

Si identificamos lo que subyace a formas tan diversas de turismo como el turismo creativo, el turismo de naturaleza, el turismo cultural, el ecoturismo, el turismo responsable, “slow tourism”, el enoturismo, el turismo de aventura, el turismo náutico o el turismo de salud y bienestar, vemos que los aspectos conceptuales comunes a todos ellos son mucho más que lo que los separa. Se puede concluir que tenemos demasiados conceptos en el turismo y paradójicamente los usamos con muy poca profundidad.

Sostenibilidad

Este es actualmente uno de los términos más importantes y más utilizados en el planeta en todas las áreas de trabajo y refleja el momento que estamos viviendo de mayor conciencia del estado de fragilidad ambiental y los graves problemas sociales en los que vivimos.

La sostenibilidad es un concepto de gran complejidad tanto en su significado como en su forma de operar.  Y lamentablemente no puede ser representado por un simple “es” o “no es”, sino que debe entenderse mejor como un continuo que varía entre el 0% y el 100%, y cuya evaluación o determinación depende de un punto de referencia, es decir, un punto de partida, un período de tiempo y directrices y objetivos ambientales, económicos y sociales sobre dónde queremos ir.

Visto desde la perspectiva de su aplicación, la sostenibilidad debe respetar tanto los pilares ambientales, económicos y sociales, pero si queremos hacer un análisis desde el punto de vista de los resultados debemos utilizar la responsabilidad como objetivo de todas las actividades. Responsabilidad en la herencia que debemos dejar a las generaciones futuras, responsabilidad en la necesidad de disminuir el uso de los recursos naturales casi agotados, y responsabilidad en lograr un mayor equilibrio y respeto entre todas las sociedades del planeta.

Incorporar la Sostenibilidad al turismo

Tradicionalmente el turismo nació como una actividad elitista y ha ido creciendo progresivamente en tamaño y obteniendo beneficios de un gran número de ciudadanos que tienen cada vez más acceso a las actividades y productos turísticos. Esta democratización y generalización del acceso al turismo lo sitúa como una actividad importante en términos económicos, pero también como uno de los sectores con más impactos negativos.

Debido a su importancia como sector económico, el turismo podría ser un ejemplo para el mundo, pero en la práctica sigue sin poder incorporar conductas ya adoptadas por parte de ciertos grupos de ciudadanos, como las tendencias de cero desechos o los alimentos orgánicos.

La situación global de nuestro planeta requiere que la sostenibilidad pase de una perspectiva que sólo se encuentra en las modalidades de turismo alternativo a una práctica de todas las actividades turísticas. También es importante considerar los componentes del turismo previamente “ignorados” y tener en cuenta los ingresos y las ganancias, lo que significa que deben ajustarse los valores en juego en la producción y el consumo de los productos turísticos y las respectivas cantidades que pagan los turistas.

Aún no hemos logrado organizar nuestro conocimiento científico y técnico para tomar las decisiones correctas en términos de establecer el grado de sostenibilidad que la actividad turística debe alcanzar. La sostenibilidad del turismo debe dejar de ser un sueño y convertirse en una luz al final del túnel.

¿Cómo separar el trigo de la cizaña?

En los últimos años hemos visto una generalización del uso del término “turismo sostenible”, pero todavía hay muchas dificultades para entender su verdadero alcance y también cómo se aplica en la práctica. La simplificación en su uso nos lleva a algo tan genérico que no podemos extraer nada de él y la complejidad no permite que nuestra comprensión alcance la claridad necesaria para una aplicación diligente.

Para contribuir a la solución de este problema, se presentan tres “herramientas” que permiten, de manera relativamente fácil, “medir” la intensidad, el grado o la profundidad de la sostenibilidad de una actividad turística.

(pt)Joio, (es) Cizaña

La sostenibilidad es un concepto de gran complejidad tanto en lo que respecta a su significado como a la forma en que funciona.

< Cizaña o mala hierba. Crece entre el trigo y se puede confundir con él.

a) Grado de internalización de las externalidades

La actividad turística se considera y opera fundamentalmente como un generador de grandes ingresos. Pero hay varios impactos o efectos secundarios del turismo que, al ser asumidos por terceros, no se contabilizan en el valor del producto. Estas consecuencias se llaman externalidades y pueden ser negativas o positivas. Ejemplos de externalidades positivas en el turismo son los resultados pedagógicos y los consiguientes cambios de comportamiento a través de las experiencias turísticas o el disfrute de la labor de la población local en la creación y mantenimiento del paisaje visitado.  Por otra parte, tenemos muchas externalidades negativas del turismo, como la destrucción de hábitats y ecosistemas, el uso de transportes altamente contaminantes y consumidores de recursos o la contribución al agotamiento de los recursos naturales.

El concepto de externalidad en el turismo es tanto más importante cuanto que logramos ponerlo como la suma de todas las actividades que todos los ciudadanos compran y venden, porque en muchos casos quienes lo disfrutan ni siquiera pagan por ello. Si pensamos en una experiencia turística que hemos tenido en el pasado, por ejemplo la última, sin duda podremos identificar una lista de externalidades negativas y positivas que han resultado de nuestra experiencia. Pero de estos, pocos han sido internalizados (es decir, pagados y aplicados…). Y si pagáramos por todas estas externalidades, ¿cuál sería el precio final? ¿Y qué impacto positivo tendríamos en la actividad turística realizada? ¿Y si esto sucediera en todas las actividades turísticas?

Internalizar las externalidades significa valorar los impactos negativos y positivos que dicha actividad produce, ya que lamentablemente nos hemos acostumbrado a entenderla como natural y a aceptar la existencia de actividades que causan daños (por ejemplo, la contaminación atmosférica) en una población numerosa, pero en la que los beneficios los obtienen íntegramente quienes las producen.

b) ¿Sostenibilidad o greenwashing?

“Greenwashing” se utiliza para definir las acciones que sirven fundamentalmente para enmascarar un comportamiento inapropiado en términos de impactos negativos en la sociedad a través de pequeñas acciones ambientales que no son más que cosméticas en vista de la escala de los problemas que debemos tratar de “minimizar”.  

Lamentablemente, vemos en muchas situaciones que el enfoque no es el de lograr una mayor sostenibilidad global y real, sino más bien la preocupación por eludir las reglas, las formas éticas de actuar o enmascarar los impactos producidos. Identificamos el “lavado verde” en las iniciativas que dan una idea de la sostenibilidad cuando no existe en la medida en que se nos sugiere.

c) Carácter holístico de la práctica turística

Estamos dando los primeros pasos para crear experiencias turísticas que integren nuevos componentes que aumenten el valor de los productos turísticos y, al mismo tiempo, proporcionen más satisfacción a los turistas.

La salud y el bienestar, el voluntariado, la educación o el fortalecimiento de los vínculos entre las culturas y la comprensión de sus diferencias son ejemplos de elementos que deberían formar parte de todas las actividades turísticas. De esta manera se logra que las actividades estén más conectadas con el lugar visitado, que se contribuya más al mantenimiento de las tradiciones y los lugares, que las estancias sean más prolongadas, que se obtengan más beneficios para el visitante y que se contribuya así a aumentar la sostenibilidad de la actividad.

El trigo nos alimenta, la cizaña nos intoxica. Saber separar un turismo sostenible de otro que de ninguna manera puede considerarse así es una tarea obligatoria para todos los profesionales del turismo, nos ayudará a dar más salud, valor y longevidad a la actividad turística. El turismo es más sostenible cuanto más internalizamos todas sus externalidades, cuanto menos greenwashing hay y más amplio es el conjunto de componentes de la experiencia turística que tienen un impacto positivo en los lugares visitados, los agentes turísticos y los turistas. Estamos solo en el comienzo de un camino que deberá llevarnos a un turismo verdaderamente más sostenible.